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viernes, 12 de diciembre de 2008

El príncipe que se convirtió en animal

Bueno, qué decir salvo que a este relato que escribí hace tiempo le tengo muchísimo cariño. Espero que lo disfruteis tanto como yo escribiéndolo^^


Como un último suspiro la lluvia moja su cama. Se levanta, intranquilo, por el calor que hace, y sin embargo no suda, sus ojos lo hacen todo por él. Porque ¿qué son sino las lágrimas más que gotas de sudor? Se acercó a la puerta de su habitación, la abrió suavemente y el viento le meció. Sus atuendos no eran otros que los de un príncipe, allá por el año 2000... ¿Qué pasaba? Que los príncipes no existían, él era un simple humano. Y el pequeño muchacho al ver que era como los demás, decidió alejarse de la realidad para ser diferente.

Empezó a traer problemas a los de su alrededor, empezó a tener peleas, empezó a matar. Y ahora es uno de los más conocidos criminales en un mundo que el mismo se creó.

¿Y sabéis por qué decidió hacer eso? Porque nadie le daba amor, porque le odiaban y aprendió a odiar y a ser odiado, como un perro al que se le enseñan a morder, y a matar... Así que ahora el príncipe no era más que un animal salvaje que necesitaba cariño. Y que nadie le daría jamás por miedo a su carácter, a su "poder". Su rabia lo había consumido.

Acabó en prisión y durante mucho tiempo se reveló contra policías, agentes... contra su propia familia. Un día acabó con todo. Se había cansado de vivir. Sin embargo no lo consiguió, alguien de su misma celda se había dado cuenta de lo que intentaba el tiempo suficiente como para evitarlo. El hombre, enfadado por no haber conseguido morir, empezó a gritar a su otro acompañante de celda y éste ante tal reacción sonrío.

Su sonrisa fue tan cálida que el hombre paró de gritar, y se sentó junto a él. De repente, el otro comenzó a contarle porqué se encontraba en esa celda. Le habían condenado a muerte por algo que él ni siquiera había hecho. ¿Era eso justo? El hombre aprendió que no era justo. Poco a poco fue pidiéndole detalles, y al final, el hombre averiguó que era su propio hermano, y que, por defenderle de una muerte segura, se había sacrificado él para darle una oportunidad. Quería que fuera feliz, que viviera. Su hermano no daba crédito a lo que oía.

Y el día antes del sacrificio, ese hermano le dijo a aquel hombre:
-¿Sabes por qué sonrío? Porque ya he llorado suficiente. Siento no haber estado contigo cuando llorabas en tu habitación de pequeño, siento no haber podido ayudarte en nada. Mi trabajo lo era todo para mí... hasta que descubrí que no era eso lo que quería hacer con mi vida. Por eso ahora... te doy todo lo que puedo darte. Mi vida. Cuida de mis hijos, de mi mujer, cuídales y no hagas como yo hice contigo. Sé feliz.

Poco después un último gritó cesó en la sala y aquel hombre lloró. Realmente había aprendido a querer, había aprendido a no odiar... había aprendido a querer ser feliz.

Me pregunto si algún día lo conseguirá....


Sara. 28-07-08

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